sábado, 16 de febrero de 2013

Presentación del Cartelde Semana Santa 2013


MUY ANTIGUA, PRIMITIVA Y VENERABLE COFRADÍA DE LA SANTA VERA CRUZ

BAILÉN JAÉN

PRESENTACIÓN A HOMENAJEADO - 9 DE FEBRERO DE 2013

SALONES DE LA CASA DE LA CULTURA - 20,30 HORAS

 

 

Sr. Cura párroco, Señora Alcaldesa, Miembros de la Corporación Municipal, Presidentes de las distintas cofradías de Pasión y Gloria de nuestra Localidad, cofrades, Familiares y Amigos, Señoras y Señores,

Buenas noches a todos y cada uno de los presentes.

En esta noche tan especial, en la que abrimos las puertas con este acto de la Presentación del Cartel para la Semana Santa 2013, a tantos otros como quinarios, triduos, septenarios, cultos y un largo etc, hasta llegar a nuestra semana grande, en la que procesionamos con nuestros titulares por las calles de nuestra localidad.

Momento en el presidente la Muy Antigua Primitiva y Venerable Cofradía de la Santa Vera Cruz Jose Cisneros Chica y la Alcaldesa de la Ciudad de Bailén Simona Villar muestran a los presentes el Cartel de la Semana Santa de Bailén 2013 y la foto del programa de dicha Ciudad.

 Es para mí un gran Honor como Presidente de esta Cofradía de la Santa Vera Cruz, que con tanto orgullo presido, ser la que este año anuncie la Semana Santa con un cartel de nuestra cofradía, pero aun es más orgullo haber sabido escoger a la persona que lo presentase, creo que ha sido una sabia elección de mi Junta de Gobierno a la que desde aquí  felicito enormemente, esta persona en el poco tiempo que le llevo conociendo, que no es otro que desde que llevo de Presidente ósea unos cuatro años me ha demostrado tanto en lo material como en lo personal, siempre el lado bueno, una persona tratable, consejera, una persona que sabe escuchar, en definitiva  ese eres tú para mí Amigo Juan.

Dº. Juan Soriano Izquierdo:

(DATOS BIOGRAFICOS)

 

Juan Soriano Izquierdo nace en Bailén (Jaén), el 13 de Junio de 1964; desde el año 1978 viene desarrollando labores de investigación relacionadas con la historia de Bailén, sus tradiciones, costumbres, Cofradías y Hermandades y, especialmente, la devoción a Ntra. Sra. de Zocueca.

 

En 1979 gana el Primer premio del Concurso sobre Historia de Bailén que convocó el Instituto de Bachillerato «María Bellido» de esa ciudad; son, desde entonces, muchos sus trabajos y colaboraciones, sobre temas bailenenses, en conferencias, congresos, periódicos y revistas de diferentes ámbitos.

 

Pregonero Oficial de las Fiestas de la Batalla de Bailén en 1984, o de su Semana Santa en 1985 y 1986, serán reconocimientos de su trabajo.

        

Licenciado en Estudios Eclesiásticos será Ordenado Presbítero en 1988, ministerio que ejercerá hasta 1996.

 

Durante muchos años sus artículos en el Libro de Semana Santa nos han ilustrado sobre la fe que celebramos, la historia, tradiciones y costumbres de nuestra Semana Mayor.

        

En 1986 es nombrado Cronista Oficial de la Real Archicofradía de Nuestra Señora de Zocueca y de la Agrupación de Cofradías de su Ciudad natal.

 

Es autor de varios libros:

-  Ntra. Sra. de Zocueca, historia de su devoción y culto.

-  Soledades. Poemas.

-  Bailén, 19 de julio de 1808.

 

Así como editor y compilador de otras obras sobre la historia de nuestra ciudad.

 

Para aquellos que los conocen, sobrado es con lo dicho, pues no necesita nuestro presentador mayor presentación; y para aquellos que aún no lo conocen, sirva el escucharlo en esta noche.
 
Por Juan Soriano Izquierdo.
Cuando en los pasados meses el Presidente de la
Cofradía de la Santa Vera Cruz, d. José
Cisneros, a quien correspondía por riguroso
turno la titularidad del Cartel de la Semana
Santa de este año 2013, me proponía ser el
Presentador del Cartel de nuestra Semana Santa
no pude, por menos, entre complacido y temeroso
que rechazar su amable ofrecimiento; su
insistencia y tesón lograron al fin vencer mis
reticencias y hoy, más temeroso que complacido,
comparezco ante ustedes para presentarles el
que será el Cartel anunciador de la Semana
Santa de nuestra ciudad en este año de gracia
del Señor de 2013.
A todo cartel anunciador corresponde la misión de
dar a conocer la celebración de un
acontecimiento notable, importante tanto para
aquellos que están directamente involucrados en
él, como para aquellos que formando parte del
grupo, comunidad, pueblo o ciudad donde
acontece lo anunciado pueden y quieren sentirse
llamados a participar de él, y a ello son
invitados por los organizadores.
Es, en este caso, la Agrupación de Cofradías de
Pasión y Gloria de esta Ciudad de Bailén quien,
en íntima unión con los Sres. Párrocos y
Parroquias de esta Ciudad de Bailén, como parte
de la Iglesia Diocesana y, por ende, de la
Iglesia Universal, a naturales, vecinos y
foráneos llama a participar de la celebración
en los cultos y actos organizados con ocasión
de la llegada anual de los días de la Semana
Santa, Semana Mayor de los cristianos, en la
que se recuerdan rememoran y reviven los
Sagrados Misterios de nuestra Fe, la Pasión,
Muerte y Resurrección de Jesucristo, Nuestro
Señor; Misterios de palmas y ramos, pero
también de soledad y sufrimiento, Misterios de
muerte y de Gloria, de dolor y de esperanza.
Corresponde este año, como ya quedó dicho, la
titularidad del Cartel anunciador de nuestra
Semana Santa a la Muy Antigua, Primitiva y
Venerable Cofradía de la Santa Vera Cruz,
paradigma y referente de nuestras cofradías
penitenciales y singular imagen de nuestras
tradiciones.
Mucho ha pasado desde aquella primera Junta de la
Cofradía o Cabildo, del que nos ha quedado
constancia, celebrada en 3 de abril de 1558 y,
sin embargo, casi nada ha cambiado; la misma
fe, la misma esperanza, el mismo ímpetu y la
misma constancia de entonces se han ido
renovando en los tiempos y en los hombres y
mujeres que han formado parte de ella.
De ella nacerían, con el transcurrir de los años,
como fruto maduro de un trabajo bien hecho, las
demás Cofradías penitenciales de nuestra
Ciudad:
- el 21 de marzo de 1660
Escuadra de Jesús Arrimado a la columna,
hoy Cofradía de N.P. Jesús Nazareno.
Escuadra de San Juan Evangelista, hoy
cofradía del mismo nombre.
- el 25 de agosto de 1660
Escuadra de Nuestra Señora de la Soledad,
hoy Cofradía de la Virgen de los Dolores.
y, así, la singularidad de una Semana Santa que
en orden cronológico, como catecismo viviente,
recorre los acontecimientos de la Pasión,
Muerte y Resurrección de Cristo, Nuestro Señor.
El motivo elegido por la Cofradía de la Santa Vera
Cruz para el Cartel anunciador de la Semana
Santa de este año ha sido la imagen de Nuestra
Señora, María Santísima de los Siete Cuchillos,
pues nada, ni nadie mejor que ese corazón
transido de dolor y Ella misma representan en
su conjunto los acontecimientos que vamos a
recordar y celebrar.
Sólo el rostro de una madre es capaz de mostrar,
en cada surco, en cada arruga, el índice
perfecto de todo lo sufrido, de todo lo
esperado, de todo lo llorado y de todo lo
gozado por los hijos. Y así, María Santísima,
en sus Misterios de Dolor, es perfecto resumen
y compendio de la Vida, Muerte y Resurrección
de su Santísimo Hijo.
Representa este corazón traspasado por los siete
puñales, los llamados “Siete Dolores de Nuestra
Señora”, siete momentos de la vida de Cristo
que daban perfecto cumplimiento a lo que los
antiguos profetas de Israel ya anunciaron:
Mi siervo tendrá éxito, será levantado y puesto
muy alto.
Así como muchos se asombraron de él al ver su
semblante, tan desfigurado que había perdido
toda apariencia humana, así también muchas
naciones se quedarán admiradas; los reyes, al
verle, no podrán decir palabra, porque verán y
entenderán algo que nunca habían oído

Despreciado, desechado por los hombres, abrumado
de dolores y habituado al sufrimiento, como
alguien ante quien se aparta el rostro, tan
despreciado, que lo tuvimos por nada.
Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba
con nuestras dolencias, y nosotros lo
considerábamos golpeado, herido por Dios y
humillado.
El fue traspasado por nuestras rebeldías y
triturado por nuestras iniquidades. El castigo
que nos da la paz recayó sobre él y por sus
heridas fuimos sanados.
Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo
cada uno su propio camino, y el Señor hizo
recaer sobre él las iniquidades de todos
nosotros.
Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera
abría su boca: como un cordero llevado al
matadero, como una oveja muda ante el que la
esquila, él no abría su boca.
Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se
preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de
la tierra de los vivientes y golpeado por las
rebeldías de mi pueblo.
Se le dio un sepulcro con los malhechores y una
tumba con los impíos, aunque no había cometido
violencia ni había engaño en su boca.
El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Si
ofrece su vida en sacrificio de reparación,
verá su descendencia, prolongará sus días, y la
voluntad del Señor se cumplirá por medio de él.
A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al
saberlo, quedará saciado. Mi Servidor justo
justificará a muchos y cargará sobre sí las
faltas de ellos.
Por eso le daré una parte entre los grandes y él
repartirá el botín junto con los poderosos.
Porque expuso su vida a la muerte y fue contado
entre los culpables, siendo así que llevaba el
pecado de muchos e intercedía en favor de los
culpables.
Y cuales fueron esos Dolores que traspasaron como
puñales el corazón Santísimo de María:
- Los tres Dolores primeros corresponden a la
infancia de Jesús:
PRIMER DOLOR: La profecía del anciano Simeón.
SEGUNDO DOLOR: La huida a Egipto.
TERCER DOLOR: El Niño perdido.
Dijo el anciano Simeón a María al presentar al
Niño en el Templo:
"Éste está puesto para caída y elevación de
muchos en Israel, y como signo de contradicción
-¡y a ti misma una espada te atravesará el
alma!- a fin de que queden al descubierto las
intenciones de muchos corazones."
María, Hija de Sión, lleva en su propia vida el
doloroso destino de su pueblo, Israel. Con su
Hijo, se hallará en el centro de esa
contradicción donde los corazones deberán
manifestarse a favor o en contra de Jesús.
No sé si en algún momento se han parado a pensar
que la vida es una constante toma de
decisiones: levantarse/acostarse, ir o venir,
hacer esto o aquello,… que toda decisión
implica la negación de su contrario. Sin
embargo, en la mayor parte de las ocasiones,
simplemente, nos dejamos llevar, es la postura
más cómoda. Por esto no nos vale con la FE, con
Cristo hay que decir: o con Él o sin Él, no
vale dejarse arrastrar por la costumbre, por
las tradiciones,…; con Cristo es sí o no, o
creo y transformo mi vida conforme a las
enseñanzas de Jesús, o no creo y simplemente,
vivo la vida “alegre y divertida”; aquí no
valen los términos medios. Y conforme a ello,
asumamos las consecuencias de nuestras
decisiones.
Y así, desde el primer momento de la vida de
Jesús, María vive su particular calvario, como
el de todas las madres. Y vive también su
particular calvario por todos y cada uno de
nosotros, sus hijos.
Ella también fue exiliada y fugitiva cuando con su
hijo hubo de huir a Egipto, para salvar la vida
de su hijo de la ambición de Herodes, que
quería matarlo. Ella también fue una “sin
papeles”, una “ilegal”, como tantos a los que
la pobreza y la necesidad obligan a huir de su
tierra y de su casa, en busca de ese “algo
mejor” que nunca llega. Y también con nosotros
vive el destierro “en este valle de lágrimas”
cuando alejados de Dios vagamos sin rumbo por
la vida.
Ella también sufre el dolor de la pérdida cuando
uno de nosotros, sus amados hijos, perdemos a
Dios; cuando nuestras decisiones han hecho que
nuestro camino se parte del Suyo.
- Los cuatro Dolores restantes corresponden a la
Pasión de Jesús:
CUARTO DOLOR: La calle de la Amargura.
QUINTO DOLOR: La crucifixión.
SEXTO DOLOR: El descendimiento.
SÉPTIMO DOLOR: La sepultura.
Y llega la hora fatídica, el momento dolorosamente
esperado desde el mismo anuncio del Nacimiento,
el cumplimiento pleno de las antiguas
profecías, el momento del desprecio, del
oprobio, del escándalo, de la soledad más
cruel, la Pasión de Jesús.
Las mujeres serán las únicas que no lo abandonen.
Apartadas, a distancia de la cruz, por temor a
la chusma vociferante, María, la Madre de
Jesús; María Magdalena, María la de Cleofás y
Salomé, madre de Santiago y Juan presencian,
llenas de temor aquel final.
¿Cómo sería aquél encuentro en la calle de la
Amargura; aquella mirada que, sin palabras,
todo dejó dicho?
Y en el momento final, tuvo Jesús todavía fuerzas
para confiar a Juan, el discípulo amado, la
herencia más querida, el más preciado don que
dejaba sobre la tierra: La Madre Dolorosa.
Después, el silencio, el grito desgarrador:
“Señor, Señor, ¿por qué me has abandonado?”, y
el silencio infinito: “Todo se ha cumplido”.
José de Arimatea, ayudado por Nicodemo y por algún
otro, arranca con esfuerzo los clavos de los
pies. La escalera que aún seguía allí. Uno de
ellos se encaramó en ella y arrancó los clavos
de las manos, apoyando el cuerpo de Jesús en su
espalda, para que no cayera al suelo. Luego,
los demás ayudan a bajarlo y depositan el
cuerpo de Jesús en el regazo de su Madre.
Las tres Marías no se habían apartado de los
lugares en que había muerto el hombre al que
amaban. Ellas se afanan en preparar el cuerpo
de Jesús. Ellas se encargan de quitar de la
cabeza la infamante corona, de extraer las
espinas, incrustadas en la piel, a ellas les
toca el desenredar y ensortijar los cabellos
embadurnados de sangre; a ellas el cerrarle los
ojos que tantas veces las habían mirado, y
aquella boca que no habían podido besar.
Cayeron las lágrimas amorosas de aquellas
santas mujeres sobre el rostro del Maestro,
envuelta ya en la serena palidez de la muerte,
la antigua dulzura de facciones, y aquel llanto
que lo lavó con el agua más cristalina y pura.
Enjugan el cuerpo con perfumes y lo envuelven
en una sábana, cubierta la cabeza en un
sudario. La cueva está abierta, el nicho
preparado, … y allí depositan el cuerpo de
Jesús. La tumba es cerrada por una pesada
piedra. Los hombres se marcharon, las mujeres
no conseguían apartarse de aquella piedra,
rotas de dolor.
“Todo se ha cumplido”, se repite María, la Madre
de Jesús, “Todo se ha cumplido”, … … … “Hágase
en mí según Tu Palabra”, recuerda en el postrer
momento.
“HÁGASE EN MÍ, SEGÚN TU PALABRA”
Y aunque para muchos más pareciera sermón que
pregón lo escuchado en esta tarde, noche casi
ya, sepan disculpar al pregonero, que por vicio
del oficio antes fue cocinero que fraile, o
………. viceversa.
Pero no será, para la Cofradía de la Santa Vera
Cruz, éste que hoy les he presentado el cartel
anunciador de la Semana Santa de este año 2013,
sino la hermosa Imagen de Nuestro Padre Jesús
del Consuelo orando en el huerto de los olivos
en el incomparable marco de la puerta principal
de la Iglesia Parroquial de La Encarnación de
nuestra ciudad la tarde del Lunes Santo.
 
Gracias amigo Juan yo sabía que tu pondrías la guinda que le faltase al cartel.
Y como no dar la enhorabuena a  Joaquín Castro, nuestro Hermano Cofrade, Costalero y Amigo, por la realización de este cartel que hoy podemos contemplar, una persona pegada a la Cofradía y que tanto empeño le ha puesto a este trabajo, Gracias Joaquín.
 
Bueno dicho esto quien me iba a decir a mí, Primero que un día sería Presidente de esta Cofradía a la cual tanto admiro y venero ya que la llevo en lo más profundo de mi corazón, Segundo que un año me propusieran para Homenajearme, cosa que hoy aunque tarde agradezco a mi Cofradía ya que ese día me quede sin palabras.
   Y Tercero que por azares de la vida, ha querido el destino que haya de ser la actual Junta de Gobierno, y con el recuerdo emocionado para aquellos que hoy no nos acompañan, la que ejecute y haga realidad el cumplimiento de una de las sentencias más indiscutibles que la propia vida impone: es de bien nacido el ser agradecido.
    Soy consciente que en nada era comparable lo que hoy entregamos a lo recibido durante tantos años por estas personas a las cuales le rendimos merecido tributo, así como que tampoco podía concentrarse en unos minutos lo que habían sido unas vidas de  entrega, sacrificio, buena voluntad y mejor acierto en beneficio de esta
Antigua Primitiva y Venerable Cofradía, pues que satisfacción más grande es que este año sea yo el que presente a la persona que este año la Junta de Gobierno y yo como Presidente hemos querido homenajear, a este Hermano particularmente yo tuve la suerte de conocerlo cuando comencé a ser miembro de la Cofradía, aunque con poca edad, ya sentía comentarios sobre esta persona de su trabajo y dedicación para el bien de esta Hermandad que tan dentro de su corazón lleva, yo se que es una persona callada y de poco protagonismo pero a la vez entregada a sus raíces que no es ni más ni menos que su Cofradía de la Santa Vera Cruz.
Así que sin más preámbulos yo se que el que le conoce pensara que me he quedado corto en su presentación pero quiero que tu sepas amigo Cristóbal que lo que he dicho me ha salido del corazón y con eso creo que basta.
Por ello pido que suba al escenario y le recibamos con un fuerte aplauso a nuestro Hermano, Cofrade y Amigo Dº. Cristóbal Lendinez Padilla.
 
Homenaje a toda una vida “crucera”.
Buenas noches, en esta ocasión me dirigiré yo a todos ustedes en nombre de mi padre, que así lo ha deseado y así me lo ha pedido, ya que por diferentes motivos no se encuentra con la suficiente suficiencia para hacerlo él. Por ello intentaré no aburrirles mucho he intentar explicarles sus sentimientos, sus agradecimiento y un poco de su vida como para estar hoy aquí arriba recibiendo este homenaje que le ha llenado de satisfacción, intentaré contarles la historia de su vida unida a las cofradías de Bailén con el “palabrerío” que según él, tengo yo, por eso, perdonen sí parece que personalizo en mi persona, pero ya que me toca a mí coger el toro por los cuernos, pues se los contaré desde la perspectiva con que fui conociendo y viviendo en un segundo plano sus experiencias.


 
Cuando comencé a esbozar estas cuantas líneas, escuché por casualidad o quizás por la Providencia, las palabras de un cofrade con cierto renombre en su ciudad natal y seguramente en nuestra Andalucía. Contando ciertas experiencias, vivencias que podrían casi rozar esos momentos que pareciesen estar tocados por la mismísima Gracia Divina que en ocasiones se pueden llegar a sentir y casi palpar con el alma en este fenómeno que recrean en la sociedad las cofradías, llegaba a la conclusión, que los actos salidos de la mano y la dedicación de los seres humanos para hacer alcanzar la paz y el consuelo con Dios y su Madre Bendita, en este caso a través de las cofradías, era sólo fraguado y premeditado allí Arriba por “El que todo lo puede” y como no, de su Madre, la Virgen Santísima. Definía que los hombres y mujeres, creyentes y cofrades ellos, eran sólo meros instrumentos, guiados casi como marionetas, aún cuando podemos llegar a la osadía terrenal de pensar de que está solamente en nuestra mano la única acción plena sobre los actos nobles, buenos y de gran corazón que de vez en cuando, el ser humano le surge realizar durante su vida.
Yo pienso y me identifico sin indecisión como este cofrade andaluz, sin duda, que si hoy estamos aquí consumando este acto, es porque hemos sido meros instrumentos de Dios para intentar hacerle un poco más feliz la vida, que digo, hacer tal como Él dijo “al César lo que es del César”, es decir, justicia de los hombres, aunque sea por un sólo día, a una persona, evidentemente creyente y cofrade que sus hermanos en Cristo, y por ende todo el pueblo de Bailén, han tenido la deferencia de querer agasajar su mucha o quizás poca aportación, pero seguramente esencial para la conformación de la Semana Santa en Bailén a través de su hermandad de la Santa Vera Cruz y la Agrupación de Cofradías, en la que participó activamente en su fundación y primeros años de vida. Y nuevamente me siento un instrumento más, y bendita decisión del de allí Arriba, para que sea yo quien me dirija a ustedes y poder exaltarles a este ya veterano cofrade que además tuvo la dicha, la cual siempre se la agradeceré de enseñarme algo que para mí es la más rotunda gloria, creer en Dios, acercarme a Él y por un camino maravilloso… A través de las cofradías, obviamente sin olvidarme de que me dio la vida, bueno en esto también colaboró, para poder disfrutar de todo esto claro, mi padre.
Cristóbal Lendínez Padilla, mi padre, nació precisamente un Lunes Santo 11 de abril de 1949, aunque su madre siempre le dijese que fue un Jueves Santo mientras pasaba el “Amarrao” por su puerta de la calle Jaén, pero lo cierto es que los datos nos dan otra fecha, pero Semana Santa era. Tuvo la dicha de heredar genéticamente este acercamiento al mundo de las cofradías. No recuerda ni contamos con el dato, de cuando pudo ser inscrito en la nómina de la hermandad penitencial más antigua de nuestra ciudad, la cofradía de la Santa Vera Cruz. Su memoria alcanza su vida plena unida a esa capillita que corona la cuesta del Santo Cristo, donde reside la que sería la cofradía de la familia, por ello, ostenta hoy el nº 3 en la nómina de la hermandad. Y digo sería, porque no sabemos a ciencia cierta si los Lendínez hemos sido cruceros, porque una cosa es el sentimiento y otra una lista, desde que se pierde la memoria en la noche de los tiempos. Cuentan las crónicas, y de esto posiblemente nos podría aportar algo D. Juan Soriano, que probablemente a finales del siglo XIX se tuvo que fundar una hermandad en Bailén que rendía culto a Santa María Magdalena, en un caso similar a la popular hermandad de San Juan Evangelista de crear una cofradía penitencial con un único titular donde no había ni Cristo ni Dolorosa. Él siempre me ha relatado que su abuelo perteneció a aquella hermandad, seguramente su padre, mi abuelo, también, hasta que se extinguió con el resto de hermandades en los tristes años de la Guerra Civil. Aquella hermandad ya no volvió a resurgir de sus cenizas como si lo hicieron otras, pero un viejo artesano local, “Paquito el Tomatero”, o lo que es lo mismo Juan Francisco García, sí reconstruyó la talla de la santa penitente nacida en Magdala, quizás pensando que la cofradía se refundaría, caso que no aconteció, siendo la cofradía de la Santa Vera Cruz la que se encargaría de rendirle culto a aquella nueva imagen y hermandad con lo poco que quedó de la misma, por lástima si queda algo de ella será la memoria de los más viejos…
Por ello, éste que les habla, supone que mi abuelo se integraría en la hermandad de la Cruz, como la solemos llamar, inscribiendo a mi padre pues prácticamente al nacer. Por desgracia, no tuve la suficiente edad como para poder haberle preguntado sobre estas vicisitudes a mi abuelo Cristóbal. Así, mi padre creció como el barro en el torno a la misma vera y compás que crecían los cacharros que creaba en la alfarería, en una época en que prácticamente el primer juguete eran 12 horas de trabajo entre barro. Bajo la sombra protectora de mi abuelo, sintió el resurgir de la cofradía de negra túnica, cinturón de esparto y cruz blanca en el caperuz y la llegada de la capa sevillana del mismo color por primera vez a la Semana Santa bailenense, en aquella celebración humilde, sencillísima y de pocos recursos que vivía del entusiasmo de unos pocos, -y a veces ni de eso- y es que este pueblo quizás siempre sintió las pasiones por otros derroteros. Fueron tiempos en que sólo unos pocos movían el hilo de las hermandades, personas como Tomás Ortega (el que tantos y tantos capirotes realizó para los bailenenses), Onofre Herranz, Pedro Torres, Bernardo Zagalaz o Paquito “el Sastre”, junto a mi abuelo regían y guiaban los pasos de la hermandad. Con ellos llegaron las nuevas imágenes destruidas y apostarían por crear la más clara esencia de esta cofradía, aumentando el número de pasos y por ende de imágenes como la Virgen de los Siete Cuchillos, el Señor de Medinaceli o la Oración en el Huerto, que el próximo Lunes Santo cederá su puesto después de tantos años de servicio para la fe de este pueblo.
Gracias a mi padre pude conocer, o más bien saber quiénes fueron las almas esenciales de aquellos tiempos, no solo de su hermandad si no de todas las que conformaban la religiosidad popular de este pueblo, ya sea de penitencia o de gloria. Porque aquel niño, el menor de dos hermanos junto a mi tía Inés, creció y se echó novia, una peluquera “recortaita” y rubia que se hinchó de darle calabazas en eso que muchos llamábais “el baile de los Píos”.Así conoció a mi madre, (vamos que al final la engañó), y se casaron en nuestra emblemática y colosal iglesia de la Encarnación, y aunque ella es bastante o lo suficientemente creyente, aquello de las cofradías nunca le terminó de convencer… que me lo digan a mí. Pero a ella no lo quedó otra que ceder, incluso para poder lucir con él como hermano mayor en aquella aún humilde Semana Santa, en los albores de la Transición en España. Incluso señala que mi pasión por la Semana Santa puede que tenga que ver con que estando encinta de éste que les habla, se pegó una paliza con otros tantos hermanos más, sacando carros de escombros en la reconstrucción y ampliación de la techumbre y puerta de la ermita del Santo Cristo.
Fue en los mágicos años ochenta, cuando los veteranos vislumbraban un ya lógico cambio regeneracional, cuando una hornada de cofrades jóvenes decidieron coger las riendas de sus anquilosadas y prácticamente familiares cofradías para intentar insuflarle ese otro matiz que por entonces estaba inundando toda Andalucía. Quizás fue el “boom” cofrade de los ochenta, como algunos lo definieron, lo que hizo que la Semana Santa en Bailén comenzase a crecer en todos los sentidos. La hermandad de la Virgen de los Dolores, con Juan Alcalá a la cabeza fue la que dio la primera levantá, nunca mejor dicho y lo cambió todo para siempre. Marcó un nuevo punto de inflexión que depararía sin duda la época dorada de la historia de la Semana Santa en este pueblo de alfares, ladrillos y olivos. Las cofradías se convirtieron en algo que encajaba con la juventud y la misma se introdujo en las hermandades para cambiarlas como quizás en la vida hubiesen imaginado sus antecesores.
Así, las escuetas andas o tronos de ruedas fueron cediendo su puesto a los hombros de los hombres y hasta mujeres bailenenses. Las hileras de nazarenos crecieron a números nunca antes vistos y el aderezo de los pasos subía de esplendor año a año. Esta época trajo la conformación democrática de las actuales juntas de gobierno de la hermandades, las actualizaciones de estatutos y la creación de un órgano organizador de la Semana Santa bailenense. Nacía así la Agrupación de Cofradías que hizo que la Semana Santa se convirtiera de verdad en eso que muchos la califican… la Semana Grande. Y todo fue gracias al trabajo y herencia de veteranos y menos veteranos y sobre todo de la juventud, donde obviamente se encontraba el protagonista de toda esta historia, mi padre Cristóbal.
Así fue la Semana Santa que yo conocí, la que él me mostró, que cuando aún echo a volar la memoria, siempre tengo presente ese portón, entonces verde, como el color del santo Árbol de la cruz, entre abierto del Santo Cristo, dibujándose al fondo, mientras me quedaba absorto a través de la ventanilla trasera de un viejo R11 blanco, el montaje del antiguo palio de cajón de la Virgen de los Siete Cuchillos, entonces la antigua imagen hoy reconvertida en Santa Mujer Verónica. Esa era la señal que le indicaba a un niño de apenas unos cuantos años que ya llegaba ese tiempo que olía a cera, a claveles y al abrillantador de maderas, que ya venían esos días de procesiones, que no llegaba a entender muy bien, pero en los que disfrutaba como en ninguna otra fecha del año. Seguidamente como siempre, mi padre bajaría algo del maletero, cualquier cosa, muchas veces serían la pellas de barro que en aquellos tiempos se utilizaban envueltas en papel de platino como soporte donde crear los centros de flores de los pasos, cuando aún no habían llegado las más cómodas y ligeras esponjas, y los hermanos hacían las veces de floristas improvisados, como Manuela o Fernanda. Cómo olvidar la nobleza y simpatía de su querido marido Manolo, el cual sería sin duda el que más vería en la cara del Ecce Homo el verdadero rostro del Hijo de Dios, con el que seguramente ya estará para la eternidad.
Y con ello conocí a muchas personas que cuando aún los veo, me surge el pellizco en el alma y todo comienza a saber a aquellas Semanas Santas o a la confraternización entre hermanos como en aquellos días de hermandad en la playilla del Rumblar. Él me ha dado una lista interminable, pero sólo esbozaré una idea de quienes fueron los de su época más fructífera. Nombres como Bartolomé Recena (nº 2 de la cofradía), Paco Ortiz, Lucas Contreras, José Cisneros, la familia Choza al completo, Paco Jordán, los“Canutos” en la banda, Antonio “el cojo” Saavedra, ( nº 1 de la cofradía), el cual casi empapelaba su bar con carteles de Semana Santa de todos los rincones de España creando quizás el primer preludio, el primer aviso emocional de la llegada de los días grandes y también el primer rincón de cofrades de la historia en este pueblo y así a otros tantos que por desgracia ya no están con nosotros. Especialmente aún recuerdo ver adentrase en la alfarería a un hombre bajito, bonachón y de nariz pronunciada con la encomienda de venir a reparar cualquier avería eléctrica, al que su figura me sonaba a gloria, y digo sonaba porque fue el primer capataz que yo he admirado en mi vida y al que mi padre tenía un gran afecto, Bernabé Limón, el cual hoy seguramente estará con su Medinaceli tocando campanas de gloria, entre plata y caoba he indicado las maniobras perfectas a cuadrillas de ángeles eternos para siempre… Y gracias a mi padre conocí o sé cuáles son los pilares esenciales de aquellos tiempos en la Semana Santa bailenense. Si les decía que Bernabé Limón ya se encuentra junto al Medinaceli Eterno, seguramente el Señor pero con cara ahora de Sentencia se preguntará que tendrá tanto San Juan para que no se les despegue ni un segundo Pedro “Carape” y Ángel “el Manchego”, rezumando esencia verdi-negra por los cuatro costados... Dicen que cuando llegaron ante San Pedro exigieron que si no estaba el “Discípulo amado” se volvían para Bailén…
Y en San Juan también sonaba a Tejada, y sobre todo lo que era sonar era “Mollica”, en la Virgen; Alcalá, Rusillo, Elorza o Mateo Megías, por la cuesta de Jesús decir Rangel era decir “sangre morada”, o casi lo mismo que “Justicia”, mientras Diego o Simón casi formaban parte indisoluble del paisaje de los nazarenos bailenenses casi como una piedra más de su coqueta capilla. Y más abajo, en la Encarnación, la más joven hermandad de “la Mulica”hacía que Balbuena, Roque Navío, Camacho o José María del Águila me evocaran palmas en una luminosa mañana de Domingo de Ramos y el dorado de un paso de Piedad que destacaba por portarse desde su interior. Son unos cuantos nombres, porque hay más, los que plantaron la semilla de lo que hoy es la Semana Santa y de lo que aún confiamos debe de llegar a ser. Entre ellos, con sus discusiones y también sus buenos momentos, siempre con un gran afecto recíproco entre todos, tuvo su puesto mi padre, para completar esa pieza perfecta de puzzle que reinventó una nueva pasión cofradiera en nuestro pueblo. Momentos que podrían resumirse en aquel interés de salir representando a la hermandad en el cierre de las procesiones, sobre todo para escuchar sus marchas preferidas, las de banda de música o de palio, las que interpretaba la banda Municipal de Bailén. Aquellos viajes hasta los diversos talleres de los diferentes artesanos a Jaén, Lucena, Córdoba o Sevilla. Orfebres, bordadores, tallistas, cereros… de los que presume haber conocido cuando son nombrados por televisión, que ejecutaron el mucho patrimonio que aportaron a la cofradía y por ende a la cultura artística de esta ciudad recordando las anécdotas que aún nos hacen reír que formaba el cojo Saavedra con su singular carácter.
Aún recuerdo a Antonio entregándole una vieja, grande y desgastada llave de las de antaño que le abriría a este por entonces jovencito capillita, su primer portón de la gloria y encontrándonos, imponente y rezumando a estreno, el nuevo trono que el genial orfebre cordobés Díaz Roncero labró para la cofradía, para la primera cuadrilla de anderos de la hermandad, ese que todos en Bailén dicen que es igual que el del Cautivo de Málaga y que quizás pronto desaparezca del imaginario cofradiero bailenense. Como olvidar la estampa de toda la familia al completo asomados al balcón viéndolo entre los primeros hombres buenos que pasearon a las imágenes de esta cofradía, en aquellos primeros ensayos, siempre probando la resistencia de la cuadrilla en la subida y estrechura de la calle Amargura.
Fueron tiempos dulces, complicados de olvidar, mientras aún pareciese retumbar en mis oídos la voz de Serrat cantando la famosa Saeta de Machado en aquel primer vídeo beta que nos compró de la Semana Santa del año 1990. Ahí comenzó a cedernos el testigo, y su primogénito ocupó el puesto que todos deseábamos pero que aún no podíamos alcanzar, ser costaleros, como nos empeñamos en definir en Bailén a los anderos, de la hermandad de nuestro padre…la verdad no se puede quejar, le salimos de la Cruz y del Madrid.
Así mi hermano Cristóbal siguió la tradición para que así los años siguieran rompiéndose en el tiempo. Cosas que decide el de allí Arriba, hicieron que su última túnica, la de mi padre, fuese un traje de corbata, su túnica ya la había heredado yo. Y con ese traje oscuro y una pequeña vela en mano comprobó cual es la temperatura del asfalto bailenense cuando se hace la noche en la primavera santa y la Luna del judío mes Nissán alumbra a Andalucía. Sus pies descalzos recorrieron el camino al calvario tras todos los pasos de su cofradía, mostrando a todos su penitencia y su angustia, cuando a su “enclavao” de la Expiración, el año anterior se le antojó de que su hijo era completamente necesario en una cuadrilla de ángeles que tiene que estar formado allí en su Reino. Aquel año, nuestros titulares quisieron despedirse de él, y le permitieron salir del hospital precisamente en Semana Santa pero para despedirse de todos nosotros, de sus amigos, de Bailén, y como no, de su cofradía, incluso mi chacho Alfonso Lendínez, bajó desde su calle Carolina aquel Jueves Santo para despedirse de su San Juan y quizás quedar con él para reencontrarse en el Paraíso, él también se marchó aquel Domingo de Resurrección. Pero él no lo sabía y todos confiamos en que seguiría con nosotros. Sin apenas fuerzas aplaudía a sus compañeros y decía que ahí sobraba uno el año que viene…
Seguramente, aquel Viernes Santo en la calle Real, el Cristo de la Expiración en su eterna mirada al cielo, buscando estrellas con sus ojos le contestó que su hueco ya no sería en este mundo… creo que nunca podré, y perdonen si quizás personalizo en demasía estas vivencias en mi persona, evitar el repeluco que se produce al dibujar en mi memoria aquella cruz bordada en hilos de oro entre la multitud en aquel día de mayo, en el día de su adiós… o su hasta luego. Por ello mi padre, desde entonces se siente algo ofuscado con el que todo lo puede, es lo lógico, nunca nadie dijo, ni siquiera Nuestro Señor, que las cosas de Dios fueran fáciles…
Pero Él también permitió y perdió a su hijo, el que iba crucificado, el más inocente de todos los nacidos, y la vida… la vida siguió, y el Altísimo nos concedió que la misma siguiera su curso, con nuevas complicaciones y alegrías, como las que le da su nieto Alejandro. Seguramente nuestra fe y la intercesión del que tenemos allí Arriba a la vera de Dios abrazando con fuerza a la vera, la verdadera cruz han tenido mucha culpa de que haya podido conocer a su primer nieto. El niño, ya toca los cubos como tambores por los pasillos de la casa, aunque a él no le regaña, claro a los nietos se le pasa más que a los hijos, pronto las banquetas se convertirán en pasos… y eso es porque el que murió por nuestra salvación y su Semana Santa siguió siempre presente en la casa Lendínez, y mucha culpa de ello tengo, aunque la vida nos indujera por otros caminos, pero lo esencial, mi padre nos lo dejó intacto, con muchísima ayuda de mi madre, el amor y el respeto a Dios y que mejor que a través de las cofradías. Estas podrían ser unas muestras de lo que fue su vida y la aportación que deja y de por qué hoy venimos a reconocer sus valores, que poquito he escuchado hablar mal de él y eso será por algo… así tal como les dije al principio, perdonen a este tostón de presentador, pero el corazón lo requería, sean lo que dijo aquel cofrade andaluz; meros instrumentos de Dios, que seguro que allí Arriba lo quieren para dar un fraternal abrazo y exaltar el más sublime de los aplausos para mi padre, Cristóbal Lendínez Padilla… os lo pido con el corazón.

Homenaje a toda una vida “crucera”.
Buenas noches, en esta ocasión me dirigiré yo a todos ustedes en nombre de mi padre, que así lo ha deseado y así me lo ha pedido, ya que por diferentes motivos no se encuentra con la suficiente suficiencia para hacerlo él. Por ello intentaré no aburrirles mucho he intentar explicarles sus sentimientos, sus agradecimiento y un poco de su vida como para estar hoy aquí arriba recibiendo este homenaje que le ha llenado de satisfacción, intentaré contarles la historia de su vida unida a las cofradías de Bailén con el “palabrerío” que según él, tengo yo, por eso, perdonen sí parece que personalizo en mi persona, pero ya que me toca a mí coger el toro por los cuernos, pues se los contaré desde la perspectiva con que fui conociendo y viviendo en un segundo plano sus experiencias.


Cuando comencé a esbozar estas cuantas líneas, escuché por casualidad o quizás por la Providencia, las palabras de un cofrade con cierto renombre en su ciudad natal y seguramente en nuestra Andalucía. Contando ciertas experiencias, vivencias que podrían casi rozar esos momentos que pareciesen estar tocados por la mismísima Gracia Divina que en ocasiones se pueden llegar a sentir y casi palpar con el alma en este fenómeno que recrean en la sociedad las cofradías, llegaba a la conclusión, que los actos salidos de la mano y la dedicación de los seres humanos para hacer alcanzar la paz y el consuelo con Dios y su Madre Bendita, en este caso a través de las cofradías, era sólo fraguado y premeditado allí Arriba por “El que todo lo puede” y como no, de su Madre, la Virgen Santísima. Definía que los hombres y mujeres, creyentes y cofrades ellos, eran sólo meros instrumentos, guiados casi como marionetas, aún cuando podemos llegar a la osadía terrenal de pensar de que está solamente en nuestra mano la única acción plena sobre los actos nobles, buenos y de gran corazón que de vez en cuando, el ser humano le surge realizar durante su vida.
Yo pienso y me identifico sin indecisión como este cofrade andaluz, sin duda, que si hoy estamos aquí consumando este acto, es porque hemos sido meros instrumentos de Dios para intentar hacerle un poco más feliz la vida, que digo, hacer tal como Él dijo “al César lo que es del César”, es decir, justicia de los hombres, aunque sea por un sólo día, a una persona, evidentemente creyente y cofrade que sus hermanos en Cristo, y por ende todo el pueblo de Bailén, han tenido la deferencia de querer agasajar su mucha o quizás poca aportación, pero seguramente esencial para la conformación de la Semana Santa en Bailén a través de su hermandad de la Santa Vera Cruz y la Agrupación de Cofradías, en la que participó activamente en su fundación y primeros años de vida. Y nuevamente me siento un instrumento más, y bendita decisión del de allí Arriba, para que sea yo quien me dirija a ustedes y poder exaltarles a este ya veterano cofrade que además tuvo la dicha, la cual siempre se la agradeceré de enseñarme algo que para mí es la más rotunda gloria, creer en Dios, acercarme a Él y por un camino maravilloso… A través de las cofradías, obviamente sin olvidarme de que me dio la vida, bueno en esto también colaboró, para poder disfrutar de todo esto claro, mi padre.
Cristóbal Lendínez Padilla, mi padre, nació precisamente un Lunes Santo 11 de abril de 1949, aunque su madre siempre le dijese que fue un Jueves Santo mientras pasaba el “Amarrao” por su puerta de la calle Jaén, pero lo cierto es que los datos nos dan otra fecha, pero Semana Santa era. Tuvo la dicha de heredar genéticamente este acercamiento al mundo de las cofradías. No recuerda ni contamos con el dato, de cuando pudo ser inscrito en la nómina de la hermandad penitencial más antigua de nuestra ciudad, la cofradía de la Santa Vera Cruz. Su memoria alcanza su vida plena unida a esa capillita que corona la cuesta del Santo Cristo, donde reside la que sería la cofradía de la familia, por ello, ostenta hoy el nº 3 en la nómina de la hermandad. Y digo sería, porque no sabemos a ciencia cierta si los Lendínez hemos sido cruceros, porque una cosa es el sentimiento y otra una lista, desde que se pierde la memoria en la noche de los tiempos. Cuentan las crónicas, y de esto posiblemente nos podría aportar algo D. Juan Soriano, que probablemente a finales del siglo XIX se tuvo que fundar una hermandad en Bailén que rendía culto a Santa María Magdalena, en un caso similar a la popular hermandad de San Juan Evangelista de crear una cofradía penitencial con un único titular donde no había ni Cristo ni Dolorosa. Él siempre me ha relatado que su abuelo perteneció a aquella hermandad, seguramente su padre, mi abuelo, también, hasta que se extinguió con el resto de hermandades en los tristes años de la Guerra Civil. Aquella hermandad ya no volvió a resurgir de sus cenizas como si lo hicieron otras, pero un viejo artesano local, “Paquito el Tomatero”, o lo que es lo mismo Juan Francisco García, sí reconstruyó la talla de la santa penitente nacida en Magdala, quizás pensando que la cofradía se refundaría, caso que no aconteció, siendo la cofradía de la Santa Vera Cruz la que se encargaría de rendirle culto a aquella nueva imagen y hermandad con lo poco que quedó de la misma, por lástima si queda algo de ella será la memoria de los más viejos…
Por ello, éste que les habla, supone que mi abuelo se integraría en la hermandad de la Cruz, como la solemos llamar, inscribiendo a mi padre pues prácticamente al nacer. Por desgracia, no tuve la suficiente edad como para poder haberle preguntado sobre estas vicisitudes a mi abuelo Cristóbal. Así, mi padre creció como el barro en el torno a la misma vera y compás que crecían los cacharros que creaba en la alfarería, en una época en que prácticamente el primer juguete eran 12 horas de trabajo entre barro. Bajo la sombra protectora de mi abuelo, sintió el resurgir de la cofradía de negra túnica, cinturón de esparto y cruz blanca en el caperuz y la llegada de la capa sevillana del mismo color por primera vez a la Semana Santa bailenense, en aquella celebración humilde, sencillísima y de pocos recursos que vivía del entusiasmo de unos pocos, -y a veces ni de eso- y es que este pueblo quizás siempre sintió las pasiones por otros derroteros. Fueron tiempos en que sólo unos pocos movían el hilo de las hermandades, personas como Tomás Ortega (el que tantos y tantos capirotes realizó para los bailenenses), Onofre Herranz, Pedro Torres, Bernardo Zagalaz o Paquito “el Sastre”, junto a mi abuelo regían y guiaban los pasos de la hermandad. Con ellos llegaron las nuevas imágenes destruidas y apostarían por crear la más clara esencia de esta cofradía, aumentando el número de pasos y por ende de imágenes como la Virgen de los Siete Cuchillos, el Señor de Medinaceli o la Oración en el Huerto, que el próximo Lunes Santo cederá su puesto después de tantos años de servicio para la fe de este pueblo.
Gracias a mi padre pude conocer, o más bien saber quiénes fueron las almas esenciales de aquellos tiempos, no solo de su hermandad si no de todas las que conformaban la religiosidad popular de este pueblo, ya sea de penitencia o de gloria. Porque aquel niño, el menor de dos hermanos junto a mi tía Inés, creció y se echó novia, una peluquera “recortaita” y rubia que se hinchó de darle calabazas en eso que muchos llamábais “el baile de los Píos”.Así conoció a mi madre, (vamos que al final la engañó), y se casaron en nuestra emblemática y colosal iglesia de la Encarnación, y aunque ella es bastante o lo suficientemente creyente, aquello de las cofradías nunca le terminó de convencer… que me lo digan a mí. Pero a ella no lo quedó otra que ceder, incluso para poder lucir con él como hermano mayor en aquella aún humilde Semana Santa, en los albores de la Transición en España. Incluso señala que mi pasión por la Semana Santa puede que tenga que ver con que estando encinta de éste que les habla, se pegó una paliza con otros tantos hermanos más, sacando carros de escombros en la reconstrucción y ampliación de la techumbre y puerta de la ermita del Santo Cristo.
Fue en los mágicos años ochenta, cuando los veteranos vislumbraban un ya lógico cambio regeneracional, cuando una hornada de cofrades jóvenes decidieron coger las riendas de sus anquilosadas y prácticamente familiares cofradías para intentar insuflarle ese otro matiz que por entonces estaba inundando toda Andalucía. Quizás fue el “boom” cofrade de los ochenta, como algunos lo definieron, lo que hizo que la Semana Santa en Bailén comenzase a crecer en todos los sentidos. La hermandad de la Virgen de los Dolores, con Juan Alcalá a la cabeza fue la que dio la primera levantá, nunca mejor dicho y lo cambió todo para siempre. Marcó un nuevo punto de inflexión que depararía sin duda la época dorada de la historia de la Semana Santa en este pueblo de alfares, ladrillos y olivos. Las cofradías se convirtieron en algo que encajaba con la juventud y la misma se introdujo en las hermandades para cambiarlas como quizás en la vida hubiesen imaginado sus antecesores.
Así, las escuetas andas o tronos de ruedas fueron cediendo su puesto a los hombros de los hombres y hasta mujeres bailenenses. Las hileras de nazarenos crecieron a números nunca antes vistos y el aderezo de los pasos subía de esplendor año a año. Esta época trajo la conformación democrática de las actuales juntas de gobierno de la hermandades, las actualizaciones de estatutos y la creación de un órgano organizador de la Semana Santa bailenense. Nacía así la Agrupación de Cofradías que hizo que la Semana Santa se convirtiera de verdad en eso que muchos la califican… la Semana Grande. Y todo fue gracias al trabajo y herencia de veteranos y menos veteranos y sobre todo de la juventud, donde obviamente se encontraba el protagonista de toda esta historia, mi padre Cristóbal.
Así fue la Semana Santa que yo conocí, la que él me mostró, que cuando aún echo a volar la memoria, siempre tengo presente ese portón, entonces verde, como el color del santo Árbol de la cruz, entre abierto del Santo Cristo, dibujándose al fondo, mientras me quedaba absorto a través de la ventanilla trasera de un viejo R11 blanco, el montaje del antiguo palio de cajón de la Virgen de los Siete Cuchillos, entonces la antigua imagen hoy reconvertida en Santa Mujer Verónica. Esa era la señal que le indicaba a un niño de apenas unos cuantos años que ya llegaba ese tiempo que olía a cera, a claveles y al abrillantador de maderas, que ya venían esos días de procesiones, que no llegaba a entender muy bien, pero en los que disfrutaba como en ninguna otra fecha del año. Seguidamente como siempre, mi padre bajaría algo del maletero, cualquier cosa, muchas veces serían la pellas de barro que en aquellos tiempos se utilizaban envueltas en papel de platino como soporte donde crear los centros de flores de los pasos, cuando aún no habían llegado las más cómodas y ligeras esponjas, y los hermanos hacían las veces de floristas improvisados, como Manuela o Fernanda. Cómo olvidar la nobleza y simpatía de su querido marido Manolo, el cual sería sin duda el que más vería en la cara del Ecce Homo el verdadero rostro del Hijo de Dios, con el que seguramente ya estará para la eternidad.
Y con ello conocí a muchas personas que cuando aún los veo, me surge el pellizco en el alma y todo comienza a saber a aquellas Semanas Santas o a la confraternización entre hermanos como en aquellos días de hermandad en la playilla del Rumblar. Él me ha dado una lista interminable, pero sólo esbozaré una idea de quienes fueron los de su época más fructífera. Nombres como Bartolomé Recena (nº 2 de la cofradía), Paco Ortiz, Lucas Contreras, José Cisneros, la familia Choza al completo, Paco Jordán, los“Canutos” en la banda, Antonio “el cojo” Saavedra, ( nº 1 de la cofradía), el cual casi empapelaba su bar con carteles de Semana Santa de todos los rincones de España creando quizás el primer preludio, el primer aviso emocional de la llegada de los días grandes y también el primer rincón de cofrades de la historia en este pueblo y así a otros tantos que por desgracia ya no están con nosotros. Especialmente aún recuerdo ver adentrase en la alfarería a un hombre bajito, bonachón y de nariz pronunciada con la encomienda de venir a reparar cualquier avería eléctrica, al que su figura me sonaba a gloria, y digo sonaba porque fue el primer capataz que yo he admirado en mi vida y al que mi padre tenía un gran afecto, Bernabé Limón, el cual hoy seguramente estará con su Medinaceli tocando campanas de gloria, entre plata y caoba he indicado las maniobras perfectas a cuadrillas de ángeles eternos para siempre… Y gracias a mi padre conocí o sé cuáles son los pilares esenciales de aquellos tiempos en la Semana Santa bailenense. Si les decía que Bernabé Limón ya se encuentra junto al Medinaceli Eterno, seguramente el Señor pero con cara ahora de Sentencia se preguntará que tendrá tanto San Juan para que no se les despegue ni un segundo Pedro “Carape” y Ángel “el Manchego”, rezumando esencia verdi-negra por los cuatro costados... Dicen que cuando llegaron ante San Pedro exigieron que si no estaba el “Discípulo amado” se volvían para Bailén…
Y en San Juan también sonaba a Tejada, y sobre todo lo que era sonar era “Mollica”, en la Virgen; Alcalá, Rusillo, Elorza o Mateo Megías, por la cuesta de Jesús decir Rangel era decir “sangre morada”, o casi lo mismo que “Justicia”, mientras Diego o Simón casi formaban parte indisoluble del paisaje de los nazarenos bailenenses casi como una piedra más de su coqueta capilla. Y más abajo, en la Encarnación, la más joven hermandad de “la Mulica”hacía que Balbuena, Roque Navío, Camacho o José María del Águila me evocaran palmas en una luminosa mañana de Domingo de Ramos y el dorado de un paso de Piedad que destacaba por portarse desde su interior. Son unos cuantos nombres, porque hay más, los que plantaron la semilla de lo que hoy es la Semana Santa y de lo que aún confiamos debe de llegar a ser. Entre ellos, con sus discusiones y también sus buenos momentos, siempre con un gran afecto recíproco entre todos, tuvo su puesto mi padre, para completar esa pieza perfecta de puzzle que reinventó una nueva pasión cofradiera en nuestro pueblo. Momentos que podrían resumirse en aquel interés de salir representando a la hermandad en el cierre de las procesiones, sobre todo para escuchar sus marchas preferidas, las de banda de música o de palio, las que interpretaba la banda Municipal de Bailén. Aquellos viajes hasta los diversos talleres de los diferentes artesanos a Jaén, Lucena, Córdoba o Sevilla. Orfebres, bordadores, tallistas, cereros… de los que presume haber conocido cuando son nombrados por televisión, que ejecutaron el mucho patrimonio que aportaron a la cofradía y por ende a la cultura artística de esta ciudad recordando las anécdotas que aún nos hacen reír que formaba el cojo Saavedra con su singular carácter.
Aún recuerdo a Antonio entregándole una vieja, grande y desgastada llave de las de antaño que le abriría a este por entonces jovencito capillita, su primer portón de la gloria y encontrándonos, imponente y rezumando a estreno, el nuevo trono que el genial orfebre cordobés Díaz Roncero labró para la cofradía, para la primera cuadrilla de anderos de la hermandad, ese que todos en Bailén dicen que es igual que el del Cautivo de Málaga y que quizás pronto desaparezca del imaginario cofradiero bailenense. Como olvidar la estampa de toda la familia al completo asomados al balcón viéndolo entre los primeros hombres buenos que pasearon a las imágenes de esta cofradía, en aquellos primeros ensayos, siempre probando la resistencia de la cuadrilla en la subida y estrechura de la calle Amargura.
Fueron tiempos dulces, complicados de olvidar, mientras aún pareciese retumbar en mis oídos la voz de Serrat cantando la famosa Saeta de Machado en aquel primer vídeo beta que nos compró de la Semana Santa del año 1990. Ahí comenzó a cedernos el testigo, y su primogénito ocupó el puesto que todos deseábamos pero que aún no podíamos alcanzar, ser costaleros, como nos empeñamos en definir en Bailén a los anderos, de la hermandad de nuestro padre…la verdad no se puede quejar, le salimos de la Cruz y del Madrid.
Así mi hermano Cristóbal siguió la tradición para que así los años siguieran rompiéndose en el tiempo. Cosas que decide el de allí Arriba, hicieron que su última túnica, la de mi padre, fuese un traje de corbata, su túnica ya la había heredado yo. Y con ese traje oscuro y una pequeña vela en mano comprobó cual es la temperatura del asfalto bailenense cuando se hace la noche en la primavera santa y la Luna del judío mes Nissán alumbra a Andalucía. Sus pies descalzos recorrieron el camino al calvario tras todos los pasos de su cofradía, mostrando a todos su penitencia y su angustia, cuando a su “enclavao” de la Expiración, el año anterior se le antojó de que su hijo era completamente necesario en una cuadrilla de ángeles que tiene que estar formado allí en su Reino. Aquel año, nuestros titulares quisieron despedirse de él, y le permitieron salir del hospital precisamente en Semana Santa pero para despedirse de todos nosotros, de sus amigos, de Bailén, y como no, de su cofradía, incluso mi chacho Alfonso Lendínez, bajó desde su calle Carolina aquel Jueves Santo para despedirse de su San Juan y quizás quedar con él para reencontrarse en el Paraíso, él también se marchó aquel Domingo de Resurrección. Pero él no lo sabía y todos confiamos en que seguiría con nosotros. Sin apenas fuerzas aplaudía a sus compañeros y decía que ahí sobraba uno el año que viene…
Seguramente, aquel Viernes Santo en la calle Real, el Cristo de la Expiración en su eterna mirada al cielo, buscando estrellas con sus ojos le contestó que su hueco ya no sería en este mundo… creo que nunca podré, y perdonen si quizás personalizo en demasía estas vivencias en mi persona, evitar el repeluco que se produce al dibujar en mi memoria aquella cruz bordada en hilos de oro entre la multitud en aquel día de mayo, en el día de su adiós… o su hasta luego. Por ello mi padre, desde entonces se siente algo ofuscado con el que todo lo puede, es lo lógico, nunca nadie dijo, ni siquiera Nuestro Señor, que las cosas de Dios fueran fáciles…
Pero Él también permitió y perdió a su hijo, el que iba crucificado, el más inocente de todos los nacidos, y la vida… la vida siguió, y el Altísimo nos concedió que la misma siguiera su curso, con nuevas complicaciones y alegrías, como las que le da su nieto Alejandro. Seguramente nuestra fe y la intercesión del que tenemos allí Arriba a la vera de Dios abrazando con fuerza a la vera, la verdadera cruz han tenido mucha culpa de que haya podido conocer a su primer nieto. El niño, ya toca los cubos como tambores por los pasillos de la casa, aunque a él no le regaña, claro a los nietos se le pasa más que a los hijos, pronto las banquetas se convertirán en pasos… y eso es porque el que murió por nuestra salvación y su Semana Santa siguió siempre presente en la casa Lendínez, y mucha culpa de ello tengo, aunque la vida nos indujera por otros caminos, pero lo esencial, mi padre nos lo dejó intacto, con muchísima ayuda de mi madre, el amor y el respeto a Dios y que mejor que a través de las cofradías. Estas podrían ser unas muestras de lo que fue su vida y la aportación que deja y de por qué hoy venimos a reconocer sus valores, que poquito he escuchado hablar mal de él y eso será por algo… así tal como les dije al principio, perdonen a este tostón de presentador, pero el corazón lo requería, sean lo que dijo aquel cofrade andaluz; meros instrumentos de Dios, que seguro que allí Arriba lo quieren para dar un fraternal abrazo y exaltar el más sublime de los aplausos para mi padre, Cristóbal Lendínez Padilla… os lo pido con el corazón.

 
Fotos Francisco Javier Cabrera
 
 

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